La sucesión
de Fibonacci es la sucesión de números que, empezando por la unidad,
cada uno de sus términos es la suma de los dos anteriores (1,1,2,3,5,8,13,...).
Resulta sorprendente que una construcción matemática como esa aparezca
recurrentemente en la naturaleza. La distribución de las hojas alrededor del
tallo, la reproducción de los conejos o la disposición de las semillas en
numerosas flores y frutos se produce siguiendo secuencias basadas
exclusivamente en estos números.
¿Se trata de una simple casualidad, o
existe alguna especie de “plan oculto” que vincula las matemáticas con la
naturaleza?
Ya hemos podido comprobar que la sucesión de Fibonacci está estrechamente
emparentada con la naturaleza. Algunos aseguran que Leonardo encontró estos
números cuando estudiaba el crecimiento de las poblaciones de conejos, y es muy
posible que así sea. Imaginemos que una pareja de conejos tarda un mes en
alcanzar la edad fértil, y a partir de ese momento cada vez engendra otra
pareja de conejos, que a su vez (tras llegar a la edad de la fertilidad)
engendrarán cada mes una pareja de conejos. ¿Cuántos conejos habrá al cabo
de un determinado número de meses? Acertaste: cada mes habrá un numero
de conejos que coincide con cada uno de los términos de la sucesión de
Fibonacci.
¿Asombroso, verdad?
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